#013 Pareto, las vacunas y los suertudos del TITANIC
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En mi escenario existente entre la “parálisis por análisis” y la “mejora continua” se me presenta otra dicotomía ampliamente comentada por una compañera de trabajo y que resuena en mi cabeza en numerosas ocasiones, “lo excelente es enemigo de lo bueno“.
Como bien dice el refrán: “no hay dos sin tres”, en esta intersección de diagramas de Venn nos encontramos con una tercera derivada, la “excelencia“ frente a “mediocridad“.
Para hacer frente a este proceso continuo de decisión , una herramienta que siempre he tenido presente ha sido la regla del 80/20 o Principio de Pareto.
Vilfredo Pareto (1848-1923), ingeniero, sociólogo, economista y filósofo, estudió la distribución de la posesiones de las tierras de Italia y encontró que:
El 20% de los propietarios poseían el 80% de las tierras, mientras que el 20% de las tierras restantes se distribuían entre el 80% de la población.
Este fenómeno estadístico fue trasladado posteriormente a otros ámbitos tales como la economía o la política donde una pequeña parte de la población poseía o posee el 80% de los recursos económicos o el poder político.
También fue llevado a los procesos industriales y/o comerciales donde el 20% de los productos poseen el 80% del valor o de las ventas, e incluso se utiliza en la gestión de los recursos humanos de una empresa.
Volviendo al mantra “lo excelente es enemigo de lo bueno“, hay que comentar que esta regla del 80/20 no se trata de una regla exacta, sino un concepto como bien describe J.M. Juran en “The Non-Pareto Principle; Mea Culpa“:
“Cualquier población que contribuye a un efecto común, es una proporción pequeña la que contribuye a la mayor parte del efecto“. J.M. Juran
Por lo tanto, no se trata de ir midiendo, sino de tener presente este concepto y utilizarlo cuando se considere oportuno.
De este modo podremos comprender la importancia de centrarnos en este pequeño porcentaje que aporta los mayores beneficios, dejando un poco de lado ese elevado gasto energético y mental que puede no aporte grandes diferencias.
O por el contrario, eliminar la “necesidad“ de alcanzar el 100%, permitiéndonos un 20% de “no perfección”.
Personalmente lo he utilizado a la alimentación, donde uno puede comer un 80% de comida saludable y permitirse un 20% de comida no tan sana desde un punto de vista nutricional sin remordimiento alguno.
También se puede llevar a la búsqueda de la felicidad. Si se sigue este principio y un 20% de las situaciones diarias te aportan el 80% de los dolores de cabeza, ¿por qué nos focalizamos muchas veces en ellas y desperdiciamos ese 80% que nos aportar tranquilidad y felicidad?.
Enfocarte en el 80% de las acciones restantes incrementaría tu bienestar. ¿Fácil? No, pero hay que intentarlo.
Esta regla nos lleva al dilema del tercer diagrama de Venn del inicio del post, la dicotomía entre la “excelencia“ y la “mediocridad“.
Si con un 20% del esfuerzo, consigo el 80% del resultado,
¿Por qué voy a gastar el 80% restante para simplemente incrementar un 20% la calidad del resultado final?
Aquí entra la ley de la utilidad marginal decreciente, ley económica que establece que el consumo de un bien proporciona una menor utilidad adicional cuanto más se consume.
En palabras más llamas, incrementar el consumo o posesión de un bien, por ejemplo tener más dinero, poseer más juguetes, etc., incrementa su utilidad y nos aporta más felicidad hasta un cierto grado.
Superando ese grado, el incremento va dejando de aportarnos esa utilidad o felicidad, llegando incluso a ser negativa.
Llevándolo al trabajo, si has alcanzado un nivel bueno de resultado, habrá que dedicarle mucho tiempo para conseguir mejoras cada vez menores.
Entonces,
¿Trato de alcanzar la excelencia? ¿Merece la pena dedicarle el tiempo necesario para conseguir el 100%?
Como en casi todo en la vida, nada es blanco o negro y los grises son el color de moda.
Puede que en algunos casos alcanza ese 100% no sea una opción. Un buen ejemplo lo hemos podido comprobar en estos últimos años con la búsqueda de una vacuna.
Si bien no se alcanzó el 100%, no nos podíamos permitir no llegar al máximo nivel de efectividad posible.
O puede que en otras ocasiones, alcanzar ese 100% pueda ser la diferencia entre conseguir un trabajo o no y esos momentos de decisión son los que deberemos gestionar para no estar siempre buscando lo que falta (20%) y poder disfrutar de lo que realmente tenemos (80%).
Y todo este pensamiento para que luego llegue la suerte y decida que ese 20% te sirvió para alcanzar tu objetivo soñado o que el día que diste tu 100% no pudiste conseguir lo que anhelabas.
A la suerte habrá que dedicarle tiempo de investigación y análisis para un post específico, mientras tanto, os dejo un artículo resumen que habrá que leerlo con tiempo y detenimiento para por lo menos, sacarle el 80% de su jugo.
¿Qué es la suerte? Del ciego azar a la diosa fortuna o el destino.
Hasta que se pueda dedicar tiempo a analizarla, me quedo con el hecho de que la suerte está en todo momento y en cualquier situación, y siempre me viene a la cabeza, que hasta en el hundimiento del TITANIC, hubo quien se benefició y tuvo suerte.
Si no que se lo pregunten a todos esos peces que estaban en las peceras esperando para ser cocinados esa noche y pudieron finalmente, volver a su hábitat y seguir viviendo.
Bueno, hasta aquí el post de esta semana, como siempre gracias por llegar hasta el final. No sé si os habrá servido, a mí me ha ayudado a regresar a esa intersección de diagramas entre la excelencia, eficiencia y mediocridad.
Ahhh, y una pregunta tonta: ¿Cuántas veces nos hemos empeñado en hacerlo todo perfecto cuando no era necesario?
Referencias
“The Non-Pareto Principle; Mea Culpa”. J.M. Juran: enlace
Utilidad marginal: enlace
¿Qué es la suerte? Del ciego azar a la diosa fortuna o el destino: enlace
Muchas gracias ♥️ por acompañarme en este camino de aprendizaje lateral.
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